Artistas,  Publicaciones

Guillermo Kuitca

Los dibujos que Guillermo Kuitca reunió en An Eight Day Diary (Un diario de ocho días), son una suma rica y valiosa de los diferentes momentos de su obra hasta el presente. Una referencia fundamental de temas, objetos y motivos que recorren más de quince años de su trabajo.

La idea de reunir estos dibujos surge en Kuitca a partir de la intención de escribir un diario. En lugar del diario habitual, Kuitca realiza un ejercicio de memoria desgranando recuerdos y referencias de una serie de dibujos que realizara de 1981 a 1997. “Prefiero escribir sobre mis dibujos”, dice. “Me había olvidado completamente de algunos y me alegra verlos de vuelta.” El cuaderno comprado para escribir un diario se transforma así en una serie de comentarios en los que Kuitca devela sus pasiones, que nos ayudan a comprender mejor intenciones y contextos, y nos acercan además a su obra. Los dibujos son “casi siempre… posteriores a la pintura”, cuenta. “Difícilmente son bocetos. Más bien al revés, las pinturas dan origen a los dibujos”, y es en este diálogo productivo en los que estos dibujos cobran una dimensión especial, y reveladora.

Kuitca siempre ha demostrado un gusto por lo indexical (por el índice) y por sistemas de representación basados en construcciones altamente codificadas. En sus obras ha hecho uso de planos de arquitectura, planos de ciudades, planos de áreas geográficas, planos de teatros (los que indican el lugar de los espectadores) y árboles genealógicos. Estos están todos presentes en esta serie, en la que además se puede ver su fascinación por el teatro, el cine y la literatura. Las obras están cruzadas de soledad y nostalgia, y sostenidas por la pura levedad del sujeto.

El mapa es abierto, como lo señalaran Deleuze y Guattari en Rizoma, y lleva en sí mismo la posibilidad de su alteración y de su conversión en otra cosa. «Es conectable en todas las dimensiones», señalan, «desmontable, reversible, susceptible de recibir modificaciones constantes. Puede ser rasgado, revertido, adaptarse a montajes de toda naturaleza, realizado por un individuo, por un grupo, por una formación social. Se lo puede dibujar sobre una pared, concebir como una obra de arte, construir como una acción política o como una meditación». Svetlana Alpers, por su parte, ha señalado que «en el estudio de imágenes estamos acostumbrados a tratar mapas como una cosa y cuadros (pictures) como otra». Una de las consecuencias de esta separación arbitraria es la constitución de grupos profesionales que se ocupan de áreas particulares: los cartógrafos de los mapas y los historiadores de arte de las imágenes (pictures).

Pero esta línea ha sido ya transgredida, no sólo porque hay artistas que dibujan y pintan mapas, como hizo Torres-García en los 30 y 40, Jasper Johns y Alighiero Boetti en los 60 –cada uno con intenciones totalmente diferentes, sino también porque los geógrafos, «se han hecho recientemente conscientes de la estructura de los mapas y de su base cognoscitiva. Un distinguido geógrafo estableció los cambios en estos términos: mientras que una vez se dijo que «no hay geografía que no pueda ser trazada (mapped)», ahora se piensa que «la geografía del país (of the land) es al fin de cuentas la geografía de la mente».

Guillermo Kuitca, Corona de espinas, 1991, acuarela, lápiz de color y pastel sobre papel, 50,8 x 35,7 cm.

Kuitca hace esto y mucho más. No solamente introduce en la geografía rastros de lo personal sino también elementos provenientes de la historia del cine (el carrito de bebé del “Acorazado Potempkin” de Eisenstein), de la tradición cristiana (la corona de espinas de Jesús), entre otros, creando una sinfonía de símbolos y referencias que aun cuando locales (los planos de departamentos que recuerdan los de Buenos Aires, pero que pueden funcionar como símbolo de lo urbano en las grandes metrópolis), crean una sinfonía pregnante y contemporánea. El opresivo tiempo de la dictadura en Argentina, en el que incluso la seguridad de la vivienda estaba continuamente amenazada, nos permite leerlos como el resultado de un allanamiento policial, cuando desordenados, y como el calvario del sufrimiento en el encierro cuando están delimitados por coronas de espinas. Las lecturas de lo “universal” y lo “local”, que tanto han preocupado a la crítica estos últimos años, encuentran una vez más su prueba de fuego en estas obras. Decirlo todo en términos “generales” para nadie, o “reducirlo” a su circunstancia, o ponerlo en el “medio” que no dice nada.

Los tiempos que intercala Kuitca son variados y abiertos en sugerencias, y cuando llega el tiempo del amor, que desbarata genealogías y altera la percepción, Kuitca lo reencuentra no sólo en un mapa, sino también en los pentagramas de una música folclórica del norte de Argentina: “Para qué quiero vivir con el corazón desecho, para qué quiero la vida después de lo que me has hecho”. Dejados a nuestro arbitrio, al final de cuentas lloramos nuestras penas, nuestro deambular y nuestros amores, en los colchones de nuestras camas, como una geografía final, única y nuestra, en la que “nada es teatro”.


 1 Guillermo Kuitca. An Eight Day Diary, Compilado por Inés Katzenstein, en “Guillermo Kuitca. Drawings 1981-1996”, Sperone Westwater, New York, 1998, s.p.n.

 2 G. Deleuze & F. Guattari, Rhizome. Introduction, Les Editions de Minuit, 1976, p. 37.

 3 Svetlana Alpers, The Art of Describing. Dutch Art in the Seventheenth Century, The University of Chicago Press, 1983, p.124.

 4 S. Alpers, op. Cit. 124

 5 El incluido por Kuitca en este dibujo proviene de la canción “Chacarera de un triste” de los Hermanos Simón, grupo folklórico de la provincia de Santiago del Estero, Argentina.


Este texto fue publicado en el catálogo de la exposición Las Horas. Artes Visuales de Latinoamérica Contemporánea, por la editorial Hantje Cantz acompañado la exposición se realizó en IMMA -Irish Museum of Modern Art- en Dublín del 5 de octubre del 2005 al 15 de enero del 2006, y luego itineró al Museo de Arte Contemporáneo de Sídney del 21 de junio al 2 de septiembre del 2007. (Ver Exposiciones)