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Cristina Coroleu

«Ce qui peut être visé, dans la considération de l’Orient, ce ne sont pas d’autres symboles, une autre métaphysique, une autre sagesse […]; c’est la possibilité d’une différence, d’une mutation, d’une révolution dans la propriété des systèmes symboliques.«

Roland Barthes, L’Empire des signes.

¿Es posible escribir un signo sobre otro signo? ¿Y que se encuentra cuando en la acción misma pasamos de una cultura a otra? Estas interrogaciones describen dos movimientos que podemos encontrar en la obras de Cristina Coroleu. Por un lado su voluntad de tomar los elementos con los que se forman los caracteres de la pintura sumié japonesa, y por otro la convicción que cualquier acción de escritura o de pintura, es un acto de traducción en la que el cuerpo es punto y matriz.

Los caracteres de la escritura están profundamente unidos al gesto pictórico. Hay pocas culturas en las que estos dos elementos se unen de manera tan elocuente y dan como resultado una forma unívoca y compacta como en sumié. Y si menciono el cuerpo es porque en el acto performativo que gobierna la pintura, es el cuerpo el que se inscribe en el trabajo.

Coroleu traza unos signos que aunque evocan Japón, los doblega para poder deletrear Buenos Aires. No cualquier Buenos Aires, sino ese que nos dejó Charles Thays y que Coroleu resume diciendo simplemente “las floraciones de Buenos Aires’’.

Coroleu cuenta la naturaleza a través de la extrema fragmentación de segmentos tan mínimos que pueden dar la impresión de perder el paisaje y el fragmento. Pero su estrategia reside en saber evocar no un contexto, sino una experiencia. Sabia en la naturaleza y en lo humano, Coroleu hace nacer en el grano del papel una piel que es la nuestra, y una experiencia, que es la de Buenos Aires, hecha corteza y flor.  


Traducción de la cita:

“A lo que se alude, en la consideración de Oriente, no son otros símbolos, otra metafísica, otra sabiduría (…); es la posibilidad de una diferencia, de una mutación, de una revolución en las propiedades de los sistemas simbólicos.”

Texto publicado en el 2010 en el catalogo de la exposición de Cristina Coroleu en la Galería Arcimboldo, Buenos Aires.